Guainead 

Había una vez, un lugar llamado Guainead, donde la gente amaba mucho, mucho el vino. Cuando el campo y la naturaleza lo permitían, los hombres trabajaban la vid de manera laboriosa y dedicada, surgiendo de ella los brebajes mas increíbles. Luego, otros hombres, tomaban la posta de lo producido en el campo y esparcían los brebajes divinos por el mundo, dando a conocer los beneficios increíbles de la tierra del buen sol. Los vinos eran pensados desde el suelo en abundante luz y cordillera, con trabajos especializados en la poda y la vendimia que se pasaban de padres a hijos, de generación en generación. Cuando en Guainead un vino era extraordinario se decía que venía del terroir, o sea que pertenecía de manera inseparable a la tierra donde había nacido. Los libros de Guainead definían a la palabra Terroir como una “conjunción de clima, suelo y el trabajo del hombre”

La armonía en Guainead era hasta casi insoportable. Los años maduraban los vinos cada vez mejor y todo parecía haber sido acariciado por un Dios bondadoso y compasivo que les regalaba la capacidad de entender cada vez más lo que tenían entre manos. Un paraíso terrenal, no solo vivían en uno de los mejores lugares del planeta sino que tenían además la capacidad de interpretarlo. Bendecidos, cada año, los hombres se juntaban a beber y celebrar su paso por el mundo, la abundancia de la naturaleza, el regalo del fruto cosechado. 

La fiesta principal consistía en reunirse en mesas inmensas con miles de copas cristalinas esperando a ser llenadas. Se abrían los mejores vinos de ese año y de añadas anteriores donde pudieran apreciar a ciegas los trabajos llevados adelante. Se medían las destrezas y se premiaban las obras de arte. Los hombres felices, a ciegas, festejaban ser parte del terroir. A ciegas fueron pasando los años, a ciegas se fueron testeando miles y miles de uvas, de cepas, de fermentos, de tierras. Pruebas de aquí y de allá. A ciegas siguieron festejando, brindando, trabajando el suelo como lo conocían. 

Una vez, al finalizar una de las fiestas, uno de los hombres sacó una foto como era habitual hacerlo, pero al revelarla pasó algo extrañísimo. Casi invisible, con una sonrisa, apretujada entre dos cuerpos altos y grandes, apareció una mujer. Rápidamente corrieron a ver qué era lo que pasaba, si lo que tenían frente a sus ojos era una visión, una brujería o simplemente una aparición. Intentaron develar el misterio de miles de maneras y hasta intentaron borrarla con métodos abrasivos que no funcionaron en lo mas mínimo. Nada surtió efecto, ella seguía sentada, pequeñita, mirando a cámara sonriente, casi imperceptible.  Sus ojos brillaban como un secreto, como si hubiera olido el vino, como si hubiera trabajado la tierra. Varios en Guainead empezaron a decir que no era una mujer lo que se veía, que simplemente ese año habían bebido demasiado y que todo había sido una gran confusión. Pero al año siguiente al sacar la fotografía después de la cata principal de los mejores vinos, la comunidad se sorprendió al ver que en vez de una mujer, había DOS. Ya no podía decirse que era un error, allí estaban ellas en la foto, con las manos curtidas, la mirada brillante, la sonrisa en el rostro. Alarmados por la situación al año siguiente se encargaron de tomar precauciones y de tener todo bajo control para que no hubieran mas imprevistos, pero ese año en la foto  aparecieron diez, si, diez mujeres mirando a cámara, felices, con las manos trabajadas por la tierra y la mirada brillante. Y así fue como la foto en Guainead fue cambiando. Los más ortodoxos aún se resisten a esta realidad que no pueden explicar del todo, aún intentan hacer sectariamente fotos en las que casi logran que no salga ninguna mujer; pero en la mayoría, por alguna misteriosa razón, el fenómeno de la foto nunca ha dejado de suceder. La anomalía sigue en estudio, nadie sabe cuantas mujeres aparecerán en la foto del año siguiente. Lo que sí se sabe es que algunos se llevan muy bien con esta realidad y otros no tanto. Como con la Brett, donde unos sienten un defecto, otros pueden sentir una virtud.  Aun los textos en Guainead no han cambiado, pero  las cosas no son como  eran antes. Dicen que una vez en una pared apareció una leyenda que un ortodoxo se ocupó rápidamente de borrar. Decía así: 

“Terroir: es la conjunción de un Suelo, un Clima, y la interpretación y el trabajo de una persona, sea del género que sea, se auto perciba como se auto perciba, y salga en la foto o no. Por que al final de cuentas, las fotos, no siempre narran toda la historia”. 

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