CAPITULO III: ¿Qué quiso decir? Los vinos Biodinámicos

¿Qué quiso decir el austríaco, Rudolf Steiner cuando creó la Antroposofía y su consecuente estudio de los fenómenos vitales activos llamado: Biodinámica? Es un misterio que nunca sabremos demasiado bien. La Biodinámica es consecuencia y resultado de muchos factores históricos que confluyeron en el principio de un siglo XX olvidable por donde se lo mire, y que se enmarca muchas veces en cuestiones escabrosas como lo fueron el nazismo, el holocausto y las dos guerras mundiales. 

Lo cierto es que las respuestas que ese momento tortuoso de la historia le quisieron dar a cuestiones como el hambre mundial o la necesidad de recuperar tierras arrasadas produjeron corrientes filosóficas nuevas y miradas revolucionarias al estallido productivo que ya estaba instalado en las ciudades y que había desplazado la vida del campo a la urbanidad concentrada. Todo este momento histórico también nos deja un legado que hoy resuena en otros ámbitos y de otras maneras, que las nuevas generaciones recogen como estandarte para entender problemas que los persiguen, y encontrar respuestas que hoy son inexistentes a temáticas demasiado cotidianas. El problema de las hormigas, las distintas plagas, la relación con el suelo, el ahínco de resolver sin destruir, son solo algunos de los ejemplos a los que se ven enfrentadas las nuevas generaciones de viticultorxs, con escasas respuestas en la literatura (sin contar con que la escuela tradicional ha quedado completamente desfasada de los tiempos que corren, y suele responder a todo con un “hay que matarlo”). Pero por sobre todas las cosas, creo que el resurgimiento de estas corrientes corresponde a la necesidad de  iniciar una búsqueda que pueda dar respuestas también a los problemas éticos, puntuales y actuales, como la destrucción del medioambiente o la necesidad de hacer de nuestra forma de vida una comunión con el entorno, sin disociar lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos.  

La agricultura biodinámica es un método de agricultura ecológica basado en las teorías de Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía. Tiene dos aspectos fundamentales que la distinguen de la agricultura orgánica y otros métodos: 

  • el empleo de preparados obtenidos con el procesamiento particular de ciertas plantas medicinales o minerales, como la manzanilla, el diente de león o el cuarzo.
  • el tomar en cuenta las influencias de los astros para la realización de las labores agrícolas regidas por el calendario lunar.

Pero quizás lo mas importante que podríamos señalar en la diferencia con otras prácticas, es que la Biodinamia no usa insumos externos, lo que implica que todo tiene una manera de resolverse dentro del cosmos que propone un ambiente y no con insumos externos que emparchen situaciones generando desequilibrio. Se intenta cambiar la mirada para no ver ‘problemas’ en el entorno sino ciclos de relaciones que intentan equilibrarse de la manera mas natural. La naturaleza tiene una forma de equilibrio y la tarea es ir ajustando esa relación hasta lograr que el mecanismo funcione de manera autónoma, autorregulándose. 

De cualquier manera es un poco difícil hablar de biodinamia sin tener en cuenta el enfoque histórico. Supongo que lo que estoy tratando de decir es que mas allá de la filosofía de Steiner y su cuestión más esotérica, que nunca fue muy bien explicada, se encuentra aún en su doctrina el germen de ítems que actualmente se necesitan resolver, y que sin la necesidad de ser feligreses de una religión, pueden tomarse para crear incluso nuevos puntos de vista. De este modo, creo que la biodinamia hoy en la Argentina, y en el vino específicamente, es mas un punto de partida que un punto de llegada, y que lo que está tratando de instalar no son los libros específicos de un pensador europeo de entreguerras, sino el replanteo profundo de qué estamos haciendo con nuestros suelos y con nuestras prácticas cotidianas, cuando al lado de los viñedos hay destilerías, countrys, mega-minería o basurales a cielo abierto. 

La grieta biodinámica! 

A pesar del auge mundial de este movimiento, el prejuicio con la biodinamia está a la orden del día. Existe una brecha que separa a amantes y detractores casi con un abismo insalvable. Dentro de los amantes hay una visión profunda que intenta no estandarizar los conflictos sino puntualizarlos. No pensar en la hormiga como un problema sino como una conducta, investigar, entender, resolver, fluir con el medioambiente. Para los detractores hay un problema grave con el esoterismo y uno mas grande aún con el resultado en los vinos.  

El grupo Vinodinamicos, creado en 2015, es un grupo de productorxs y enólogxs de nueva generación que intenta aunar los esfuerzos de sus viñas biodinámicas y crear investigación de manera conjunta. Abarcan temas técnicos, comunicacionales y de fortalecimiento interno de grupo para poder potenciarse y compartir conocimiento. El grupo habla del prejuicio que hoy existe: 

“Lo primero que te preguntan es por los cuernos, creo que además lo hacen para desprestigiar la viticultura biodinámica. Para nosotrxs los cuernos y los preparados son mas un evento social donde compartir una actividad como equipo y fortalecernos. No es la actividad central que nos preocupa, son un punto de encuentro donde escucharnos y entender la viña. La biodinamia es el ejercicio constante de la lectura y la adaptación, la conexión con el viñedo”. 

En su libro Cosmos del 2015, el filosofo Michel Onfray, intenta ver el mundo desde un punto de vista integrador, inicia el libro con la frase de Nietzsche “Ir mas allá del ‘yo mismo’ y del ‘tu mismo’, experimentar de una manera cósmica”. Sin embargo, unos capítulos mas adelante, cuando aborda su “Teoría del estiércol espiritual” expone a Rudolf Steiner y a la biodinamia a una serie de fuertes cuestionamientos donde los principios afirmados en los libros y conferencias de Steiner estarían simplemente fundados en lo performativo, o sea, en un “esto es así, porque lo digo yo”.  

Dice Onfray: “Una vez más, la preposición práctica surgida  de las consideraciones teóricas astrológicas, esotéricas y ocultistas se limita a prácticas de brujería, a rituales de magia, a recetas de ama de casa supuestamente enraizadas en el saber milenario de la gente de campo; recordemos que Steiner, teórico de la agricultura  que desdeña la teoría y alaba los méritos del campesino, nunca tuvo ningún contacto personal ni directo con el trabajo de los campos: se contentaba con reflexionar sobre la agricultura arrellanado en su sillón”. 

Son declaraciones fuertes para un filosofo que se ocupa mucho del vino, la gastronomía y las visión del cosmos en general. A Onfray le molestaba que las palabras de Steiner fueran tomadas como las de un gurú incuestionable, señalando que el delito mas grave de toda la secuencia biodinámica sea acaso el mal resultado en los vinos y el sabor que el llama “execrable”, encontrado en las botellas que probó (recordemos que el libro fue publicado en 2015). También le pareció desdeñable que se quisiera justificar los malos resultados con supuestas teorías del orden de la mala conservación del vino, o el día de consumo, la manipulación o los movimientos de la luna.  Aún así, llama la atención que el filosofo que mas habla del cosmos no se encolumne en las ideas de la biodinamia; me parece como mínimo atendible. Lo que Onfray nos está invitando a hacer no es a llenar de glifosatos los campos, sino a pensar sobre los orígenes y las formas que crean nuestra relaciones y creencias en las tendencias con el vino actual. 

¿Es la biodinamia una certificación directa de alta calidad? ¿La relación calidad y biodinamia es directamente proporcional? Algunxs sostienen que sí, basados en que la calidad no se trata solo de lo organoléptico. A mi modo de ver, decir a esta altura que un vino es bueno simplemente por ser biodinámico seria tan necio como afirmar que un vino es malo tan solo por pertenecer a la agricultura tradicional. “Hay vinos buenos y malos en todas las prácticas. La biodinamia no es una marca, no es un estilo, es tan solo una forma de producción” me responden los Vinodinámicos. Y estoy de acuerdo con ellos, los reduccionismos no nos ayudan a pensar, nos liberan de la zona pantanosa donde la incertidumbre reina, pero también nos impiden llegar a conclusiones un poco mas profundas de lo que a simple vista muestran las cosas. 

No creo que tenga nada de malo que una nueva generación de enólogxs y vitivinicultorxs quieran mejorar nuestra relación tóxica con la tierra, muchísimo menos creo que eso le haga daño al vino. Sí me pregunto como comunicadora, si todxs los que estamos al mando de un discurso con el consumidor, somos plenamente conscientes de lo que decimos y si estamos lo debidamente informados. 

 “Las personas somos expertas en manipular y tergiversar las cosas. Ojalá que la Biodinamia no se convierta en una nueva práctica convencional” –me dice el coordinador del grupo. Y es que el eje que están planteando justamente trata de no estandarizar la mirada hasta tal punto que se nos escape el detalle individual. Es el detalle individual lo que contiene la información, las verdaderas respuestas. Es cierto que la suma de individualidades a veces arroja información que nos sirve, se convierten en variables que usamos para tomar decisiones; pero hay que estar atentxs para no hacer de esas variables la reducción de un fenómeno a algo explicable en dos palabras: “es bueno”, “es malo”. ¿Quién podría afirmar que la investigación que hoy intenta pensar más en procesos que en insumos puede estar “mal”?. Sin embargo, en la bolsa de la biodinamia se ponen muchos prejuicios que a veces impiden ver lo que verdaderamente está sucediendo. Aunque tampoco quisiera desconocer una realidad, y es que enmarcarse en cualquier escuela o doctrina tiene por default una intención de dejar adentro a algunos, para dejar afuera a otros. Pero ese, es otro cuento. 

Por momentos, los detractores de las religiones se parecen bastante a los feligreses. De alguna forma también construyen por la negativa un lugar cómodo y apacible donde ver y explicar el mundo. Pero el cosmos es inexplicable, se mueve de maneras que el ojo humano no puede captar, danza alrededor nuestro riéndose al oído. El cosmos no es un concepto asible, es como la idea de Dios, sólo se capta mediante  fe o bailando con los ojos cerrados. Supongo que lo que trato de decir es que el cosmos no está compuesto de una sola mirada, sino de todas las miradas juntas. La seguridad sobre las cosas no existe, todo puede caerse al piso y romperse en mil pedazos. El mundo tal cual lo conocemos es un jarrón rearmado de a poquito. Nos contiene con sus grietas, nos lleva adentro de sí con cicatrices. Somos un jarrón reconstruido, con el encanto de las hendijas de la historia que sin la caída serían invisibles. No sé qué quiso decir Steiner con la Biodinamia, pero sé que hoy el mundo merece nuestro mejor esfuerzo. Somos esos niños en la cornisa caminando inconscientes del peligro. Somos la libertad que está cerca del vacío. Una libertad que te quita referencias,  pero que regala la profundidad de lo que es auténtico, de lo que solo nace en un instante, en una esquina, en un semáforo, en la casualidad. Somos un detalle inesperado, una risa fuera de lugar, un relámpago  en el mismo recuerdo, un fuego que a veces se apaga,  sí… pero que siempre se vuelve a prender.  

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