Ojala estuviéramos al horno

Imaginen una autopista angosta, ajustada, que un día no hace mucho tiempo, pasa de tres carriles a dos. Imaginen que luego de eso una pandemia mundial genera que muchos más autos quieran transitar por ahí al mismo tiempo. De golpe el cuadro se asemeja a la vuelta de un domingo del lugar más turístico del país a las 19hs de la tarde. Como corolario, imaginen que a lo lejos, en la carretera, se escucha una explosión y una tremenda columna de humo que asciende al cielo, deteniendo a toda la fila. Los viajeros se paran, se bajan de los autos, todo se congela, y el mundo intenta saber qué pasó.  

Vamos a empezar por lo primero. La industria del vidrio viene en crisis a nivel global hace un tiempo, crisis que la pandemia agravó de manera escandalosa por el aumento del consumo, pero también por la dificultad de la logística. Problemas como la falta de espacio en el mundo, la escasez de barcos y conteiners, la exagerada complicación en las exportaciones y la falta de regulación, hacen que se convierta en un oligopolio manejado por muy pocas empresas que mantienen lógicas que claramente benefician a los grandes y complican a los más pequeños. Pero este problema no solo afecta al vino y tampoco es un problema exclusivo de Argentina. 

En nuestro país el vidrio se produce en tres grandes empresas que concentran el mercado total. El 60% de la producción lo tiene la empresa Cattorini, el 35% Verallia (ex Rayen Cura) y el restante 5% la cristalería Rosario. El pasado domingo 19 de septiembre de 2021 explotó una de las plantas que la empresa Verallia tenía en funcionamiento, dejando sin producción a uno de los hornos que abastecía principalmente al mercado de vinos y espumantes de todo el país. La industria del vino se ve mayoritariamente afectada porque si bien Cattorini es mas grande en volumen, también es verdad que se ocupa de abastecer a otros rubros. Para que nos demos una idea, dejar sin funcionamiento esta planta de Verallia implica dejar sin abastecimiento a aproximadamente el 2% de la demanda, número que coincide con el 2% que conforman las 400 bodegas mas chicas del país y que por la lógica de los oligopolios se verán mas afectadas que las grandes en el intento de conseguir botellas, justo en la época de fraccionamiento y entrando a la temporada mas alta del vino que son las fiestas y los cierres de año. Para que tengamos una dimensión, este 2% de la demanda de vidrio representa en el vino el 25% de las botellas. De no resolverse estaremos ante un desastre de magnitudes históricas dado que muchas bodegas se verán obligadas a salir de la autopista. Ese impacto es algo que ojalá, jamás tengamos que medir. 

Culo de botella

Lo cierto es que hoy la falta de previsión del sector privado, en conjunto con el sector público, enfrenten esta crisis sin precedentes que afecta a todas las industrias. Si ya el problema era mundial, está claro que las distintas capacidades de cada empresa para afrontar este problema instala una especie de “ley de la selva” donde sólo los más grandes sobreviven. Hoy un productor que quiere comprar envases de vidrio tiene que tener el dinero disponible en la cuenta esperando a que la fabrica le diga que tiene sus botellas, si no transfiere en el momento, las botellas se las lleva otro. Un panorama dificultoso por donde se lo mire para las mas pequeñas y las no tan pequeñas, dado que la incertidumbre en las entregas y las fechas son totales, dando como resultado un panorama que hace imposible la previsión para ninguna. Solo las que han podido sobre-stockearse tienen un margen de tiempo ganado, con la obvia problemática de espacio que esto puede acarrear.   

El silencio de las principales empresas es total y a muchos productores ya han dejado de responderle los mails. Las sospechas de la apuesta al mercado de exportación por sobre el mercado interno, la falta de inversión y previsibilidad para un problema que ya estaba instalado, hacen sospechar sobre las causas y los motivos del accidente. Lo cierto es que poner en funcionamiento una planta de este tipo no es tan fácil,  requiere algo así como una inversión de US$200 millones, sin contar con el tiempo que lleva montarlas. El momento es tan critico que si no se encuentra una salida más o menos rápida y razonable, muchas bodegas están diciendo que en noviembre estarán quebrando stock. 

A la Argentina no la caracteriza la falta de creatividad, realmente si algo hemos sabido hacer a través del tiempo es reponernos a las crisis mas insólitas. Hoy los productores aceleran el paso hacia el bag in box (algo que ya se venía pensando) y hacia otro tipo de posibles soluciones, desde los envases de vidrio retornable, las latas, las botellas plásticas o el famoso Tetra Brick. Otros han optado por solicitar al Estado la baja de regulación en impuestos a la importación para traer botellas de China o Italia, que si bien las dos parecen ser soluciones potables, tiene algunos contras que hacen suponer un nuevo problema en puerta. En lo que respecta a importación de botellas chinas es un salto que puede tardar de dos o tres meses en un momento clave de la vitivinicultura, y que se le agrega la falta de claridad en la calidad de lo que puede ingresar. Con respecto a la importación de botellas italianas se debe tener en cuenta que una botella que acá tiene un costo $24, puede llegar a elevarse hasta los $80 aproximadamente, costo que claramente impactará en el precio final de la cadena,  afectando duramente al mercado y al consumidor final. 

Por último, es importante agregar que esta crisis afecta mayormente al vidrio blanco y al verde, y que si bien abarca a todos los segmentos, tiene un impacto mayor en las líneas de entrada de gama que suelen sostener las cajas de las empresas. A pesar de la falta de condiciones micro y macro económicas del país para generar inversión en el sector, la promesa de Cattorini es la de abrir prontamente un horno que en aproximadamente 15 días pueda generar siete millones de botellas y en una segunda etapa otras siete millones más. Mientras esta posible salida se hace realidad, esperemos que las empresas en conjunto con el estado puedan generar alternativas que impidan la desaparición de la diversidad que tanto caracteriza al vino y que detenga la concentración en el más fuerte privándonos del maravilloso patrimonio cultural e histórico que significa el vino argentino en todas sus expresiones. 

Para esta nota, Mariana Gianella habló con diversos productores pequeños, medianos y grandes que por lo delicado de la situación pidieron no ser nombrados.

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